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El locutor acababa de anunciar la canción de moda, cuando un sonido ensordecedor hizo presagiar algo terrible.

La melodía iba por la primera estrofa insinuando una de esas historias de amor que terminan bien sólo en las canciones, cuando fue interrumpida abruptamente.

Todo se hizo caos en el octavo piso en el que funciona la vieja estación de radio y ante el asombro del locutor empezaron a caer en su cabeza cintas de carrete abierto, casetes y los acetatos negros guardados en carátulas ajadas.

El hombre de radio intentó sentarse, cuando vio que la silla prácticamente caminaba y amenazaba con estrellarse contra la pared.

Por la ventana pudo ver entonces que desde los edificios más altos empezaban a caer cosas y que la calle se había convertido en un lugar infernal en el que todo el mundo corría afanosamente, como huyendo del juicio final.

Desorientado por el remezón, de pronto escuchó que la aguja del viejo tocadiscos se movía sin control por encima de los surcos del Long Play.

La aguja producía un chirrido insoportable mientras se paseaba casi que de manera infame por el disco y él no podía hacer nada para controlarlo, mientras todo estaba saliendo al aire.

El disco se había rayado y la aguja quebrada se seguía desplazando sin control por los canales del acetato que ya no producía música, sino un ruido lastimero.

Todo estaba destruyéndose afuera  y él apenas tuvo tiempo de recobrar el aliento para mover las cuchillas de la consola e ir al aire con voz temblorosa para resumir así lo que estaba pasando.

-“Señores y señoras, acaban de escuchar un temblor”.

Fuente

RCN Radio

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