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Un gran agujero negro ha dejado en la ciencia la partida de Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes que ha parido la Tierra, junto con las de otras luminarias de la física como Isaac Newton y Albert Einstein.

Seguramente Hawking, cansado del homo sapiens, a veces tan poco sapiens, se fue a descubrir nuevos mundos, nuevas galaxias, nuevos hoyos oscuros, nuevas ciencias en otras dimensiones espacio-temporales. Quizás el planeta azul le quedó chiquito a su grandeza intelectual y a su ejemplo de valentía e inspiración.

La “Breve historia del tiempo: Del big bang a los agujeros negros”, un libro que en muy breve tiempo se convirtió en best seller mundial, con ventas superiores a 25 millones de ejemplares, nos enseñó mucho a muchos neófitos sobre física, astronomía, astrofísica, matemáticas, la teoría de la relatividad, la cosmología y la mecánica cuántica, que antes eran esotéricos temas de los que sólo hablaban en los cenáculos de la ciencia los profesores y expertos. Profesores de física como Josué Prada, que también en el colegio me enseñó bastante pero bajo la espada de Damocles de la nota. Y, sobre todo, el genio británico nos enseñó mucho de la vida.

Su libro de divulgación científica, accesible al conocimiento del grueso de los ciudadanos de a pie como nosotros, publicado en 1988, recopila muchos de los hallazgos y teorías que lo pusieron a la altura de los más grandes científicos de la historia. Hawking llevó la complejidad de la ciencia a la simplicidad del entendimiento del hombre común.

Su luz, sabiduría, coraje, lucha, inteligencia, sentido del humor ante la adversidad nos iluminó e inspiró con una fuerza cósmica. Nos mostró y enseñó muchos de los misterios del mundo exterior, pero también nos develó en toda su dimensión la profundidad del alma humana, tan grande la de él como el mismo universo que estudió.

Su reducido espacio vital, producto de la escleroris lateral amiotrófica (ELA) que le fue diagnosticada cuando tenía 21 años y que lo limitó a una silla de ruedas, se expandió exponencialmente al infinito espacio del universo, el tiempo, la ciencia y el conocimiento. En ese entonces los médicos le dieron dos años de vida. Hawking murió el pasado 14 de marzo a los 76 años, 55 después del fatal diagnóstico. También muchos libros y descubrimientos después.

El genio dedicó buena parte de su tiempo al estudio de los agujeros negros, campo en el que su más significativo hallazgo fue la formulación de la llamada "radiación de Hawking", es decir, que los agujeros negros no son completamente negros, que no devoran todo a su alrededor, que su gravedad no es infinita, que no van a engullir la totalidad del universo, ya que emiten radiación. La existencia de esas emisiones dio un vuelco al campo de la cosmología, al que el científico contribuyó a lo largo de su vida con más de 150 trabajos académicos tras doctorarse en física teórica en la Universidad de Cambridge. Allí ocupó durante tres décadas la codiciada cátedra Lucasiana de Matemáticas, la misma de Newton. Además, pasará a la historia, entre otros descubrimientos, por sus contribuciones a la teoría del "big bang", término que da cuenta del origen del espacio y el tiempo, de la creación del universo.

Aunque no creía en la existencia de Dios, fue recibido con admiración y respeto por los últimos cuatro papas. Las leyes de la ciencia que explican el funcionamiento del universo "no dejan mucho espacio para milagros o para Dios", había dicho Hawking en un emblemático reducto católico: Santiago de Compostela.

Demostró también de forma práctica y sistemática que el conocimiento y la ciencia no son incompatibles con el humor y la autocrítica: Alguna vez dijo: "Quieren un héroe de la ciencia como fue Einstein. Yo respondo al estereotipo del genio discapacitado porque estoy claramente discapacitado, pero no soy un genio como lo era Einstein". Y ante una pregunta sobre si pensaba que era una especie de Don Quijote moderno luchando contra la adversidad, respondió: "Creo que es una exageración. Yo lo he tenido fácil". Mencionó, otra vez con humor, que a veces se sentía como un extra de la serie de televisión “The big bang theory”, y que, de ser así, sería más popular y ganaría más dinero.

Nos dio lecciones de vida y opinó sobre polémicos temas de actualidad como la eutanasia: "La víctima debería tener el derecho de poner fin a su vida, si quiere. Pero creo que sería un gran error. Por mala que la vida parezca, hay siempre algo que puedes hacer y tener éxito. Siempre que haya vida, hay esperanza".

Vuela alto, colosal gigante de la ciencia y de la vida, como tu imaginación, sabiduría, inteligencia, superación, humor, ejemplo, inspiración. Me sumo a la despedida que le dio el expresidente de Estados Unidos Barack Obama en Twitter, en un trino con una foto en la que estaba junto a Hawking: "Diviértete entre las estrellas".

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