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El presidente se incomodó con la excesiva cercanía del reportero de radio que le había pegado a la boca el armatoste de grabadora, en su obsesión de indagar por las conclusiones de la última reunión con los miembros de su gabinete.

Guillermo León Valencia estuvo agobiado por las secuelas de la violencia partidista y tuvo que adoptar acciones contundentes para combatir a las denominadas repúblicas independientes, enfrentando a las guerrillas liberales y a los bandoleros conservadores.

Todavía resonaban las declaraciones del mandatario reclamando que la mayoría de los colombianos no conociera el mar “teniendo Colombia dos mares”.

Corría el año de 1964 y hacía carrera la frase acuñada por el mandatario payanés, quien insistía en que el mal genio de los colombianos se debía a la falta de vacaciones o “descanso fecundo de fin de año”, como él lo llamaba.

Había afrontado la desgracia de la muerte de su esposa Susana y se convirtió en el único presidente colombiano que enviudó en el ejercicio del cargo.

Varios de los momentos más complejos de su mandato en la transición que vivió el país durante el denominado Frente Nacional los afrontó con determinación y firmeza, pero ahora estaba fastidiado por la presencia de los periodistas.

Valencia estuvo a punto de pegarle un tiro a su entonces ministro de Defensa, el general Alberto Ruiz Novoa, el mismo día que le aceptó la renuncia porque pensaba que el militar lo llevaría a prisión.

Él, que estuvo de cacería con el mismísimo general Francisco Franco y solía ir de busca de venados por los llanos orientales, hoy no estaba de buenas pulgas.

Él, que había heredado de su padre Guillermo Valencia la pasión por su lucha política y no la poesía, ahora no estaba preparado para responder de manera cortés.

Agobiado por las preguntas indiscretas de uno de los reporteros, parecía estar a punto de dar la orden de bombardear como lo hizo en Marquetalia para intentar fallidamente dar de baja a Manuel Marulanda Vélez, quien luego fundaría la guerrilla de las Farc.

Cada embate del periodista que se acercaba más y más hacía explotar el ánimo del mandatario fastidiado por la insistencia, hasta que a pesar de su rancio abolengo payanés  finalmente trinó de la ira para decir:

-“¿Usted me quiere sacar una declaración o me quiere sacar las amígdalas?”. 

Fuente

RCN Radio

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