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El aire mata más que la tuberculosis o la malaria y casi tanto como el cáncer. Pero mientras se hacen grandes esfuerzos por controlar esas enfermedades que pueden afectar a muchos, hacemos poco para mejorar la calidad del aire que respiramos. La Organización Mundial de la Salud ha sacado su reporte anual y los resultados son catastróficos: ningún avance y, por el contrario, el número de víctimas por respirar aire contaminado sigue subiendo hasta llegar a los 7 millones de muertos en un año por causas relacionadas con la contaminación del aire. El asunto es tan grave que 9 de cada 10 personas en el mundo estamos respirando aire contaminado.

No es poca cosa. En especial si se tiene en cuenta que los más vulnerables son los niños. Las causas del aire contaminado son múltiples, desde las estufas de leña o carbón, hasta la contaminación industrial y la de vehículos. Cuidar el aire que respiramos debería ser una de las prioridades fundamentales de la humanidad para no seguir en este proceso de suicidio colectivo. Sin embargo, seguimos empeñados en poner por encima esas máximas que parecen sagradas, de rentabilidad y crecimiento a cualquier precio y con eso caminamos al abismo.

Pero no todo está perdido y algo se ha avanzado. Dice el reporte de la OMS que países como China y la India, que han venido presentando los niveles más altos de contaminación, comienzan a poner en marcha programas para reducir el impacto de los agentes contaminantes. Pero nada es suficiente porque en la estadística global sigue pesando más el aire de mala calidad y nuestras malas prácticas como especie depredadora del ambiente.  

En medio de este escenario mundial hay que saludar con entusiasmo la decisión que se ha tomado en Bancoldex y que acaban de anunciar en medio del debate generado por la renovación de los buses de Transmilenio: la junta directiva dice que no se financiará la compra de vehículos diésel. El presidente del banco, Mario Suárez, nos dijo en RCN Radio que es una decisión política en el buen sentido de la palabra y que decidieron dejar de hablar y actuar. Aunque saben que puede significar una pérdida de oportunidades de negocio ven más allá y entienden que deben empezar a tomar decisiones de fondo.

Muy importante noticia porque se pasa de las buenas intenciones a las decisiones empresariales que pueden transformar comportamientos. Es claro que tienen también en Bancoldex una mirada estratégica pues la sociedad, por fortuna, se interesa cada vez más por las energías renovables, por la necesidad de cuidar el entorno y comienza a exigir en todos los escenarios esa responsabilidad social y ambiental.

Si no se hace por la convicción de que es mejor cuidar el planeta vale que se haga porque quienes se apunten a la gestión empresarial responsable tendrán ganancia en términos de fortalecimiento de marca y también en de rentabilidad en el mediano y largo plazo.

Escuché decir alguna vez a un alto funcionario del gobierno de cuyo nombre prefiero no acordarme, que no se podía “detener el progreso por salvar lagartijas” y la frase se me quedó grabada porque dice mucho de la ignorancia que se tiene cuando se habla de estos temas. El asunto es que si no cuidamos el planeta, incluyendo a las lagartijas y a todos los animales, los que terminan muriendo son los seres humanos. Nos mata el aire contaminado, nos mata el agua con mercurio, nos mata la deforestación y la lista puede seguir.

Es hora de tomar decisiones responsables y eso hay que hacerlo desde el rincón en el que estamos. Si todos esperamos a que los demás actúen no lo hace nadie. Buena decisión de Bancoldex y bueno preguntarnos lo que cada quien puede hacer. Desde mi rincón de periodista decidí hace tiempo informar, alertar, poner en el debate público estos temas que tienen que ver con la vida y el futuro de nuestros hijos.

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